viernes, 5 de diciembre de 2014

Un día soleado de verano, Juan José, estaba jugando al futbol con unos amigos, cuando le llamó su madre cabreada porque llegaba tarde a casa. Juan José atajó por un monte que desconocía para llegar lo antes posible y que el castigo sea menor. Él, al desconocer ese monte, no sabía por que camino iba, dándose cuenta tras un par de horas de un largo camino que se había perdido.
Por el camino encontró un trozo de puerta en el suelo entre las hojas secas de los árboles, apartó las hojas con el pié y vio una manilla para levantar la puerta, la curiosidad le mataba y hacabó por entrar en aquel hueco oscuro y silencioso, se oian las pisadas cuando bajaba las escaleras de madera vieja y podrida que había. Estaba todo muy oscuro, y sacó la linterna de su móvil para ver lo que había, y al encender la linterna vío algo moverse por el suelo, apuntó con la linterna y le mordió la pierna muy fuerte, era un bicho mas bien pequeño del tamaño de un ratón, era como una pelota de tenis de redondo, gris y muy feo.
Asustado salió de ahí corriendo, estubo varias horas buscando la salida pero no la encontró , así que se subío a un árbol a dormir un par de horas antes de que amaneciera. Al despertar al dia siguiente, se sentía muy cansado, le pesaba el cuerpo y no podía casi ni levantarse. Pasadas unas cuantas horas empezó a tener un poco mas de fuerza, y cada vez mas y mas, empezó a tener pensamientos muy malos, le comenzo a salir espuma por la boca, el color de su piel se fue descoloriendo a marron y gritaba  de lo poderoso que se sentía.
El monstruo malvado empezó a descubrir poderes y a destruir la ciudad con esos rayos destructivos que le salían de los ojos y esa terrible fuerza que tenía con la que destruía con su cuerpo cualquier obstáculo que se interponía en su camino.
   
      Alejandro Fernández García.

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