viernes, 8 de mayo de 2015

EL MISTERIO DE LA CAJA FUERTE



                            




El Doctor Strauss estaba planeando hacer un medicamento que curara el cáncer. Llevaba al menos 20 años investigando e intentando resolver esta común pero letal enfermedad. Pero durante todos estos años no había conseguido nada, y si había llegado a algún fármaco, siempre había fallado alguna de las pruebas. Muchos de los científicos que iban a la reunión de hoy llevaban más años que él investigando y eran de culturas y países diferentes.
Aunque todos ellos tenían dos cosas en común, investigaban el cáncer y todos habían hecho cientos o miles de medicamentos fallidos. Por esa razón decidieron reunirse 30 de los mejores genios y médicos del planeta, en esta causa común, para resolver este problema. Entre esos 30 médicos se encontraba el Doctor Strauss. Un hombre de 40 años, alto y con la cara cuadrada, de pelo rubio, ojos azules y nacionalidad rusa. Dominaba perfectamente el inglés, el alemán y el sueco, además de todos los campos de la medicina. En estas reuniones conoció a Gilvertti, un cirujano italiano muy sonriente que siempre bromeaba y hacía reír a todos con sus gracias a y su ingenio. Después conoció a la forense Swift, una irlandesa muy seria que había recibido varios premios en descubrimientos de la medicina.

Corría el año 1974 y después de un año de intensa investigación, no había legado a ninguna conclusión ni fármaco. Pero Strauss y Gilvertti estaban seguros de estar cada día más cerca de encontrar la cura. Strauss ya conocía a todos los médicos, doctores y cirujanos que trabajaban con él, pero había uno en especial que odiaba profundamente. Era el Doctor Beaucof, un francés arrogante, rico y malcriado que no paraba de complicar la investigación con fallos tontos en el desarrollo del fármaco y la fórmula. Strauss sabía perfectamente que en cuanto encontraran la cura, Beaucof la robaría y la presentaría como propia en la próxima convención científica.

                Ya habían pasado 5 años desde la primera vez que todos se encontraron, y finalmente, encontraron la cura. Tras varios meses probando las cantidades que había que poner de sustancias en la cura descubrieron la combinación exacta que acababa con las células cancerígenas sin dañar lo más mínimo el resto de las células del organismo del enfermo. Aquel día todos dieron un profundo suspiro de alivio y un grito de júbilo, sobre todo la forense Swift, que no había dormido apenas 4 horas al día desde hacía varias semanas. Así que decidieron hacer una fiesta en una de las salas del edificio en el que todos trabajaban

                Pero Strauss no se dejaría engañar y guardaría con mucha cautela el fármaco y la fórmula. Cuando estaba cerrando la puerta de la caja fuerte doble, oyó que alguien se acercaba. Como se esperaba era Beaucof, pero le estaba apuntando con una pistola. Strauss sabía que aquel malnacido le mataría si no le decía la clave de la caja fuerte, pero eso no le importaba, ya que prefería morir antes de que ese egocéntrico se llevara el mérito de 29 médicos durante 5 años. Strauss murió de un tiro en la cabeza. El resto de los científicos oyeron los disparos. Algunos, los más listos, salieron corriendo del edificio ante la amenaza de los disparos y los más valientes, fueron a ver lo ocurrido y acabaron igual que Strauss.

                Aquel proyecto salió a la luz y nunca nadie supo cómo abrir la caja fuerte sin dañar el interior. Beaucof se volvió loco intentando resolver la combinación y se suicidó. Ahora mismo, en algún lugar de Europa, hay una caja fuerte con la cura del cáncer,esperando, pacientemente, a ser abierta.



Isabel Gragera 3ºeso B
               


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